Las vidas pasadas de los niños

Título: Las vidas pasadas de los niños: cómo los recuerdos de vidas pasadas afectan a los hijos
Autor: Carol Bowman
Edición: Consejo Espírita Internacional, 2.010 (Brasil)
Título original: Children´s Past Lives

Es un libro dividido en tres partes:

  1. Historias de vidas pasadas
  2. Guía práctica sobre los recuerdos de vidas pasadas de los niños
  3. Escuchar a los niños

1. Historias de vidas pasadas:

Carol Bowman cuenta su propia historia y la de sus hijos Chase (5 años) y Sarah (9 años). Ella ya había tenido experiencia previa con hipnosis un año antes debido a una grave enfermedad crónica (pleuresia, asma, neumonía, junto con varias infecciones), y obsesiones y sueños que la atormentaban desde pequeña. Cuando estaba en cama tuvo una visión muy real de un hombre que tosía, jadeaba y escupía sangre. De alguna forma supo que ella había sido ese hombre en una vida pasada. Esta visión fue el desencadenante de una búsqueda de explicaciones hasta que a través de una amiga conoce a un hipnoterapeuta llamado Norman Inge, con el que realiza varias regresiones a vidas pasadas. En estas regresiones encuentra explicación a sus problemas y obsesiones actuales, que desaparecen a raíz de esta experiencia.

A raíz de su curación Bowman se da cuenta de que las regresiones (aparte de aparentemente demostrar la existencia de vidas pasadas, y por lo tanto la existencia de un «alma» que sobrevive al morir el cuerpo, y que guarda toda nuestra memoria de todas nuestras vidas) tienen un importante beneficio: curar traumas y problemas físicos que la medicina convencional no conseguía curar, y aprender lecciones de vida que podíamos llevar varias vidas intentando aprender. Respecto a las curaciones, Bowman intenta descifrar qué las ocasiona. En un principio llega a la conclusión de que simplemente el hecho de revivir las vidas pasadas (las que causaron el problema, y que el inconsciente o quién quiera que sea, ha elegido para que las revivamos), causa la toma de conciencia del problema, de sus causas, y esto por si sólo genera la curación. Más adelante, cuando comienza a participar en regresiones a otras personas, se da cuenta de que a veces pueden ser necesarioas acciones complementarias (luego se detallan).

Para analizar en qué consiste la hipnosis, es interesante lo que cuenta sobre su propia regresión: «Veía a través de los ojos de este hombre, oía a través de sus oídos, sentía el amor que henchía su corazón y sabía lo que él pensaba. Más sorprendente aún, podía cambiar mi perspectiva fácilmente, de observador a personaje, o bien podía ubicarme en ambos lados al mismo tiempo. Podía saltar de mi cuerpo y observarme desde cualqueir ángulo de la habitación. En este estado alterado, tenía una omnisciencia surrealista. tenía acceso a todo lo que este hombre sabía, entendía y recordaba, y además gozaba de un panorama más amplio, una comprensión de los patrones que regían su vida más allá de lo que él mismo sabía«. Y todo esto a la vez que era consciente de que estaba siendo hipnotizada en el sofá en su vida actual.

Un año después de su propia curación, su hijo Chase tiene un episodio de exagerado miedo con los fuegos artificiales del 4 de Julio. El problema, lejos de remitir, parece ir en aumento. Aprovechando una visita de Norman, le pide que le realice una hipnosis. Chase rápidamente, incluso sin hipnosis previa, comienza a recordar una vida en que fue soldado y está en una batalla rodeado de fuertes ruidos, gritos y estruendos. Cuenta como recibe un disparo en la muñeca, justo en el lugar donde en su vida actual tiene un eczema desde que era bebé, que le molestaba hasta el punto de que había que vendárselo para que no se hiciese sangre al rascarse. A los pocos días de la regresión el eczema desapareció, así como su miedo a los ruidos fuertes

Sarah también había desarrollado un miedo exagerado, en su caso a los incendios, hasta el punto de guardar una maleta bajo su caja con sus muñecas y vestidos, por si se producía un incendio. Animada por la regresión de su hermando pide a Norman que le haga otra a ella. Rápidamente comienza a describir a una niña, su familia y su entorno. En un momento determinado, en su vida pasada, despierta y ve que la casa está ardiendo. Finalmente no puede escapar al incendio, y muere. Sarah cuenta como flota, ya sin dolor, y ve a su familia en el jardín llorando impotentes ante el incendio. Una vez acabada la hipnosis, Sarah vincula inmediatamente su vida pasada con la actual, entiende de donde vienen sus miedos, y estos desaparecen, junto con la maleta ;-).

El interés de Carol por las regresiones se dispara y asiste a una regresión de Norman con un paciente. Norman le explica que la hipnosis no es sólo un estado de concentración, sino un estado similar a un trance ligero en el que el foco de la atención pasa del exterior al interior, en que la mente se ocupa con pensamientos, imágenes o sentimientos del interior. Ocurre habitualmente cuando vemos una película, leemos un libro o incluso cuando conducimos. La mente consciente no se apaga por completo, siempre está controlando (nota mía: o bien la mente inconsciente presta más atención al mundo interior, sin por ello dejar de controlar el mundo exterior). Norman le explica que utiliza distintas técnicas como la relajación, la respiración o las visualizaciones, que son una forma de llevar la atención de lo externo a lo interno. El proceso suele empezar siempre cerrando los ojos y concentrándose en la respiración. A partir de ahí intenta profundizar en el enfoque interior mediante una visualización de una bonita escena o una imagen que atrape la mente. Conforme se va perdiendo contactgo con la realidad exterior, se van atenuando las distracciones sensoriales y la realidad interior comienza a tomar el mando. La mente consciente se relaja, y el incosciente toma el control. En esta situación (trance hipnótico) Norman le sugiere que vaya a una vida pasada o al momento en que se originó el problema. Si este sistema no funciona pueden usarse otras técnicas, pero si ninguna funciona puede ser que la conciencia de la persona se resista a perder el control y es mejor no forzar la situación. La resistencia está allí por alguna razón de protección.

Posteriormente Carol acude a un curso de capacitación del Dr. Roger Woolger, donde aprendió técnicas nuevas y fue practicando en regresiones que realizaban entre los participantes al curso. Al volver a casa, practicó estas técnicas con sus hijos (con los que descubre que llevan varias vidas reencarnando juntos, en distintos papeles y géneros, intentando solucionar su rivalidad) y con los hijos de sus amigas y conocidas, pero descubre que apenas hay traumas en las vidas de estos niños, al contrario de lo que le ocurre a Roger Woolger. Concluye que, de acuerdo a las estadísticas de Helen Wambach, la mayoría de veces la vida es normal, y la muerte no es traumática, por lo que estas personas no tienen problemas derivados de traumas en vidas pasadas, y no acuden a una consulta de un terapeuta, al contrario de lo que le ocurre al Dr. Woolger, a quien acuden casi exclusivamente personas con graves problemas. Sin embargo, durante una de las regresiones a su hijo Chase, le preguntó que ocurría después de su muerte, a lo que él respondió sin vacilar: «Cuando uno muere, tiene opciones para elegir. Uno puede regresar a una escena de la vida que dejó y obtener la información necesaria para dar respuesta a interrogantes y completar esa vida. uno puede ver que ocurre con las personas que dejó en este mundo. Es posible regresar a a despedirse mientras uno se encuentra en forma de espíritu y ver qué les sucede en el futuro. Cuando uno ve que están bien, queda liberado para dejar el plano tererenal […En caso de problemas] uno puede regresar a un cuerpo rápidamente para volver con ellos. De hecho, después de morir uno tiene la alternativa de desplazarse con rapidez en su cuerpo espiritual, sobrevolar las escenas que dejó y verlas en tiempo real. Uno está en un plano del tiempo diferente del que tenemos en la Tierra. Después, uno va al cielo antes de regresar en otro cuerpo«.

Más adelante, Carol acude a una reunión de la Asociación para la Investigación y las Terapias de Vidas Pasadas (APRT), donde conoce a Elisabeth Kübler-Ross, Hazel Denning, Winafred Lucas, Irene Hickman, pero sobre todo a la holandesa Tineke Noordegraaf (que participó en el libro “Regression Therapy: A Handbook for Professionals”, orientado a terapeutas, junto con Roger J. Woolger y otros 10 autores), la única que parece haberse interesado en terapia de vidas pasadas con niños, que le cuenta que no usa hipnosis, sino juguetes, juegos y sobre todo dibujos para que los niños se concentren en sus sentimientos, imágenes, sensaciones corporales y frases clave, que sirvan de puente hacia la vida pasada que le causa el problema. Para ella trabajar con niños es más sencillo que con adultos, ya que mientras que el alma es la misma (no confundir cuerpo joven con alma joven) los niños pueden conseguir más rápidamente acceder a los recuerdos y parecen saber instintivamente lo que necesitan hacer para concluir la vida pasada que quedó incompleta.

Carol pone un anuncio en una revista. Gracias a este anuncio conoció a Colleen Hocken, a la que su hija acababa de contar que un hombre la había atropellado con un camión y había muerto. A partir de ahí desarrolla síntomas preocupantes, pero gracias a la ayuda y consejos de Carol, puede tratar directamente a su hija y curarla. Esta es para Carol la prueba definitiva de que, bien asesorados, los padres pueden ayudar directamente a sus hijos. Colleen Hocken escribe una carta a Oprah Winfrey, directora de unos de los programas de mayor audiencia en USA (20 millones de espectadores). Un año después, la llaman del programa y Carol Bowman aparece en el programa, junto con varias madres y sus hijos, contando sus experiencias. Esta experiencia marca un antes y un después en la vida de Carol, que ahora puede dedicarse en exclusiva su hasta ahora afición, y escribir el libro que llevaba tiempo intentando escribir: un libro en que convencer a los padres de que ellos mismos pueden reconocer las señales que hacen pensar que sus hijos están recordando una vida pasada, y enseñarles a actuar para intentar ayudarles si esto ocurre.

Además de sus experiencias propias, Bowman dedica parte de su libro a resumir algunos libros que leyó en su proceso de investigar lo que le estaba pasando: «Reviviendo vidas pasadas«, de Helen Wambach; «Usted ya estuvo aquí«, de la Dra. Edith Fiore; «Otras vidas, otras identidades«, de Roger Woolger; «The children that time forgot», de Peter y Mary Harrison; y sobre todo «Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación» y «Los niños que recuerdan vidas pasadas«, de Ian Stevenson. Casi todos ellos han sido estudiados en esta web, y puedes ver los resúmenes de los libros y sus autores usando los enlaces.

2. Guía práctica sobre los recuerdos de vidas pasadas de los niños:

Carol Bowman afirma que hay 4 señales por las que se puede distinguir cuando un niño está contando una vida pasada o simplemente está imaginando una historia. Son señales específicas para los padres, o para personas que conozcan bien al niño:

  1. Tono de voz neutro y naturalidad al hablar:
    • Se nota que no bromea ni está jugando.
    • Habla de forma neutra, como indiferente, no como cuando se cuenta una historia, que se espera una reacción, sino como si simplemente expusiera una realidad, sin esperar respuesta.
    • Puede utilizar palabras ajenas a su vocabulario, síntaxis más evolucionada que la habitual, más confianza y fluidez al hablar. No es que cambie el tono, sino la forma de hablar (nota mía: da la impresión de que lo que ocurre es que, al tener la conciencia en otra vida -al estar recordándola- toma la forma de hablar de la persona que fue, habitualmente un adulto más maduro).
    • A veces incluso cambia el semblante del niño, transmitiendo paz y serenidad (poco habituales en un niño, parecen más un adulto).
    • Tienen la mirada perdida, los ojos muy abiertos o incluso vidriosos, la cara seria.
    • Muchos padres describen un efecto «piel de gallina», tanto en los padres como a veces en los niños, mientras estos están recordando, debido a la seguridad de que están siendo testigos de algo fuera de lo normal.
    • En cuanto acaba de recordar, todo vuelve a la normalidad.
  2. Coherencia conforme pasa el tiempo:
    • Cada vez que el niño cuenta su vida pasada es igual, sin cambios significativos aunque pasen años. Por supuesto, puede que surjan nuevos detalles, bien por el mejor uso del lenguaje por parte del niño o bien por nuevas asociaciones que pueden ocurrir al recordar de nuevo la historia.
    • Los relatos de vidas pasadas, al contrario de lo que ocurre con las historias inventadas, son estables, al menos al mismo nivel que los recuerdos conscientes importantes.
  3. Conocimentos que trascienden la experiencia:
    • El niño habla de cosas que no puede saber. Es más fácil saber esto si es pequeño, pero más complicado conforme creen. En estos casos hay que preguntar al niño cómo sabe eso, y ver que tipo de respuesta ofrece.
    • Cuenta su vida pasada desde su propia perspectiva, y no desde la de un espectador (por ejemplo, su propia muerte).
    • Habla en otras lenguas (xenoglosia), usa palabras desconocidas o antiguas o usa una determinada jerga.
    • Es importante ver si las emociones y actitudes se corresponden con las de un niño o parecen más las de un adulto.
    • Habla de la muerte comentando o demostrando que se encuentra fuera del cuerpo y que ve y oye lo que pasa.
    • Cuenta cosas ocurridas antes de su concepción o durante el embarazo.
  4. Conductas y peculiaridades concordantes:
    • Marcas de nacimiento, deformaciones congénitas o problemas físicos que conciden con las heridas o la muerte descrita por él niño.
    • Fobias, habilidades, singularidades de carácter, talentos que coinciden con su pasada profesión o con la actitud descrita. En caso de conductas inexplicables, se debe preguntar al niño.
    • Simpatías o rechazos por ropas, razas, costumbres, comidas, culturas, épocas…
    • Precocidad en la música, en el arte en general, en la ciencia, etc.

Carol Bowman habla también de los disparadores, lo que hace que el niño recuerde de repente una vida pasada. Comenta que realmente cualquier sonido, imagen, sabor, olor, puede «disparar» un recuerdo de este tipo. También un lugar (según los datos de Stevenson y de los Harrison, es frecuente reencarnar en la misma zona geográfica), una persona o un acontecimiento. Sin embargo, ella piensa que en muchas ocasiones puede ser un conjunto de cosas las que pueden ocasionar el recuerdo. Un dato que ella ha constatado es que ocurre con frecuencia en un coche, lo que la lleva a pensar que es el efecto «adormecedor» de ir en coche, lo que puede colocar al niño en una situación de trance ligero o de hipnagogia (estado entre la vigilia y el sueño), y que sería este estado mental el que favorecería el acceso a los recuerdos. Esto parece coincidir con otro tipo de experiencias que conoce, en que el recuerdo a sobrevenido durante momentos de gran relajación (en la bañera, en una mecedora o hamaca, durante un masaje) e incluso en momentos de creatividad (pintando, dibujando, fantaseando). De hecho, el dibujo es usado a veces por los hipnotizadores para llevar al niño a enlazar con sus recuerdos.

Bowman también se da cuenta de que en muchos casos el recuerdo espontáneo ha surgido cuando iba a poder ser entendido, es decir cuando la madre (que suele ser quién está cerca del niño cuando vienen los recuerdos) estaba preparada. Aparte del caso de su propio hijo (que podría encuadrarse en esta tipología, pero a mi juicio es mucho decir, ya que había pasado ya un año desde que ella había ido a su propia regresión), cuenta varios casos en que los recuerdos del niño surgen justo después de que su madre viera un programa de televisión sobre el tema, hablara con Bowman, etc. La gran coincidencia de los casos que cuenta, hacen pensar en 2 cosas:

  1. Haber visto un programa, hablado del tema, etc… predispone a la madre a tener en cuenta esta opción, y la hace más receptiva a cometnarios del niño que hasta entonces no hubiera tenido en cuenta, o habría pensado que eran fantasías. Bowman, de acuerdo a lo que habla con las personas que se lo cuentan, desecha esta opción y asegura que en algunos casos los niños nunca habían hablado de recuerdos de este tipo hasta entonces.
  2. De alguna forma (Bowman apunta la telepatía) el niño supo que era el momento en que podía hablar de estos temas

Por supuesto, no siempre existe este tipo de relación. Tal y como reflejan los estudios de Stevenson, gran cantidad de los niños estudiados tenían padres que nunca habían hablado de reencarnación.

¿Qué pueden hacer los padres? Si oyes a tu hijo hacer un comentario que te hace sospechar que puede tratarse de un recuerdo de una vida pasada, Bowman aconseja:

  • Tranquilidad. El recuerdo de vidas pasadas ya hemos visto que es algo normal y real (Helen Wambach, Ian Stevenson…) que no puede perjudicar a tu hijo
  • Recuerda que son una oportunidad para sanar traumas pasados que tu hijo pueda tener y que podrían ocasionarle fobias u otro tipo de problemas físicos y psíquicos más adelante
  • Pueden ser, además, una fuente de conocimiento espiritual con efectos positivos (por ejemplo, el fin del miedo a la muerte)

¿Cómo responder a esta situación? Bowman ofrece 5 puntos a tener en cuenta:

  • Calma: Deja lo que estés haciendo y concentra tu atención en tu hijo.
  • Reconocimiento: Demuestra que lo tomas en serio y le crees. No le juzgues ni dudes, no es el momento, podrás hacerlo cuando acabe la experiencia. Déjalo hablar, no influyas ni guíes sus respuestas. Haz preguntas abiertas (que no se respondan con un «si» o un «no») para que siga hablando y conseguir que el recuerdo siga fluyendo. Es bueno hacer preguntas del tipo «reafirmación», es decir, repetir lo que ha dicho el niño, pero en forma de pregunta, esto le invita a seguir con su recuerdo. Haz preguntas cerradas si te interesa concretar algún punto o evocar detalles específicos (en caso de dudas, este tipo de preguntas concentran la atención del niño). Si el niño es muy pequeño, se pueden hacer preguntas con opciones proponiéndole las posibles respuestas. (Nota mía: así entiende mucho mejor lo que le estamos preguntando, pero supone algo de manipulación, aunque sea incosciente, y evitamos que el niño responda espontáneamente). No preguntes ¿por qué?, interrumpe el flujo del recuerdo y puede provocar el fin de la experiencia. Adapta el tono de tu voz al de tu hijo, y al tipo de recuerdo que esté contando. El ritmo debe ser relajado, no hay que apremiar ni que parezca un interrogatorio.
  • Discernimiento: Determina hechos y emociones. Distingue los temas de fondo y vincúlalos con su vida actual. Responde con afirmaciones, sin corregir, reprender o discutir. Hay 2 tipos de discernimiento:
    • Hechos y sentimientos: Intenta averiguar el máximo mientras dure la experiencia. Estate atento a las emociones que demuestre, especialmente si está contando el momento de su muerte (¿Cómo…? ¿Con quién…? ¿Qué pensabas…? ¿Qué sentias…?) y el posterior (¿Qué pasó después…?). Actúa sin ansiedad ni presión, pero date cuenta de que es un momento muy importante ya que es la causa fundamental de fobias y trastornos. No importan fechas ni nombres (nota mía: mientras que Stevenson busca exclusivamente evidencias de la reencarnación y no hace caso a posibles beneficios terapeúticos, Bowman es todo lo contrario y le dan igual las evidencias -no necesita más pruebas- siendo para ella lo único importante el efecto curativo de la experiencia). No corrijas, no comentes imprecisiones históricas o incongruencias.
    • Temas y necesidades: ¿Por qué surge el recuerdo? Hay un asunto pendiente que hay que localizar, hay algo en esa vida que hay que curar. Si la relación entre esa vida y la actual no es evidente (muerte por ataque de animales en vida pasada, miedo a los perros en la vida actual), ponte en el lugar de tu hijo, pregúntate si hay ahora alguna fobia o problema físico o de conducta y déjate llevar por tu intuición.
  • Libre flujo de emociones: No le interrumpas por perturbador que pueda ser lo que cuente. El niño puede manifestar ansiedad, felicidad, llorar, ponerse histérico o angustiado… déjalo que lo exprese sin interrumpirle, durará poco tiempo y necesita hacerlo, necesita esta catarsis para sanar, no importa como tú te sientas al ver así a tu hijo, lo que importa es que cure por fin ese trauma. Aunque describa una muerte desgarradora, los recuerdos no son peligrosos, y este proceso de sacarlo a la luz es la parte más importante de su curación.
  • Pasado vs presente: Aclara a tu hijo la diferencia entre lo que recuerda y su vida actual. Aunque parezca increíble algunos niños no pueden distinguir entre su vida pasada y la actual. No saben que han muerto. Basta con decirles que ya etán a salvo y que ahora tienen una nueva vida, están en un nuevo cuerpo y tienen una nueva familia que los protegerá. Puede bastar con esta afirmación genérica o pueden ser necesarias aseveraciones específicas para cada uno de sus traumas. A veces es necesario repetirlo durante un tiempo si la fobia se repite, o el niño sigue recordándolo.

Duración: Este proceso de curación puede ser muy rápido, o puede llevar tiempo. No hay que hacer nada que pueda desalentar que el niño se abra a los recuerdos. Es preferible no contarlo a familiares o amigos si existe la posibilidad de que pueda avergonzarse o alguien pueda hacer algún comentario o broma que la haga sentirse ridícula.

Se puede sacar el tema (y es recomendable hacerlo si el tema no ha quedado cerrado) en lugar de esperar a que surja de modo espontáneo, pero siempre de forma sutil y sin presionar. Buscar el mejor momento en que haya tranquilidad y no vaya a haber interrupciones. Haga las preguntas con naturalidad y demostrando interés. Algunos niños se expresan mejor dibujando, pintando o recreándolo con sus juguetes (con el hemisferio derecho). Si se detecta que el niño se está expresando de esta forma, es un excelente momento para intentar tirar del hilo y que sirva para abrir el flujo de su memoria.

Registro escrito: ¡En cuanto acurra! Lo más literal posible, sin interpretaciones propias. Anotar la expresión del rostro, emociones, preguntas que se han hecho e ncluso lo que se ha sentido o pensado. También lo que ambos estaban haciendo, para intentar saber qué disparó el recuerdo. Si hay varios episodios, permitirá ver si la historia es coherente, completar el recuerdo y no manipularlo o interpretarlo incoscientemente. También permite buscar correspondencias entre la vida pasada y la actual (quizá un pequeño detalle que había pasado inadvertido). Además un registro escrito puede servir en algún momento para ayudar a otros padres, y al niño le gustará leerlo cuando sea adulto y lo haya olvidado.

Los sueños y las vidas pasadas: Carol Bowman habla también en su libro de la relación entre sueños y vidas pasadas. Para ella los recuerdos de vidas pasadas están en el inconsciente, y los sueños se generan también en el inconsciente, por lo que deduce que los sueños son otra forma que tiene el inconsciente para sacar a la luz esos recuerdos. Cuenta la historia de Jenny Cockell, documentada en su libro «Across Time and Death», que gracias a sus sueños consiguió acceder a una historia completa (nombres, lugares…) que de adulta puedo buscar y localizar, encontrando a su antigua familia. También comenta algunos casos estudiados por Ian Stenvenson, confirmando la conconrdancia de los sueños con la vida pasada real. A veces los sueños preceden a los recuerdos.

Bowman hace notar que los niños comienzan a contar sueños y pesadillas apenas comienzan a hablar, pero tienen episodios de gritos durante la noche desde antes, lo que hace pensar que pueden comenzar desde el mismo momento del nacimiento. Aún más, investigaciones científicas recientes demuetran que dentro del útero los bebés tienen patrones mentales de sueño REM a partir de la semana 26ª – 30ª. Según Bowman ¿en que pueden estar soñando cuando todavía no han vivido, si no es en su vida pasada? Curiosamente un texto médico tibetano del siglo XI dice que los recuerdos de vidas pasadas comienzan en el útero, exactamente en la semana 26ª.

Para Bowman la dinámica y modo de actuar con los sueños es muy similar a la de los recuerdos espontáneos. Las 4 señales que hemos detallado antes (punto 2) sobre cómo identificar si los recuerdos son auténticos, se aplican también a los sueños, y detalla 3 señales más para distinguir un sueño relacionado con una vida pasada de un sueño común:

  1. Realismo y coherencia: la palabra es «vívido». La calidad del sueño es extremadamente real y nítida, y deja una huella profunda en la memoria. La historia es un guión coherente y realista, con detalles y acciones verosímiles.
  2. Repetición: muchos sueños de vidas pasadas se repiten y truncan en el mismo punto, normalmente cuando va a ocurrir un momento crítico. Otros son una imagen fija. A veces su frecuencia disminuye conforme el niño crece, pero no siempre. Un sueño vívido y recuerrente no tiene porqué ser necesariamente ocasionado por una vida pasada, cualquier miedo o factor que llegue a nuestro inconsciente, puede generar estos sueños (miedo a un examen, a una entrevista de trabajo, etc…).
  3. Sentirse otra persona: durante el sueño te ves claramente como otra persona, probablemente con otra edad, puede que con otro sexo. Bowman comenta casos de xenoglosia nocturna, en que niños hablan en otros idiomas que no conocen.

Los sueños relacionados con vidas pasadas, habitualmente son pesadillas (si no tuvieran una fuerte carga emotiva, probablemente no llegarían a generar sueños en la vida siguiente). Para Bowman, igual que en el caso de los recuerdos espontáneos, estas pesadillas son una posibilidad de curar problemas generados por traumas sufridos en otras vidas. La manera de actuar en estos casos, es por tanto la misma que se ha descrito antes en esta misma página. Se trata de no intentar minimizar la experiencia (desestimarlo, demostrar que no son reales, hacer comentarios del tipo: «vas a esar bien», «es sólo un sueño», …), sino de enfrentarla, pedirle al niño que la cuente, mostrar interés, en definitiva volver el recuerdo consciente para que una vez reconocido se pueda desvanecer y dejar de interferir con la realidad de la vigilia. Para que el recuerdo pase a la parte consciente desde el inconsciente, el niño debe hablar de la pesadilla estando despierto. Para que el niño cuente la pesadilla, son válidos los puntos detallados antes para los recuerdos esporádicos, y acabe igualmente haciendo notar al niño la diferencia entre la vida pasada y la presente.

Bowman propone la teoría de que los terrores nocturnos (distintos a las pesadillas comunes) de los niños guarden relación también con las vidas pasadas. En estos episodios el niño grita, se sacude e incluso puede andar o correr y ponerse violento, todo ello mientras parece estar despierto, y no recordando nada del incidente una vez realmente despierto, pero resulta muy curioso que estos episodios suelen comenzar entre los 3 y los 4 años de edad, y desaparecen entre los 5 y los 6 años, prácticamente la misma edad en que los niños experimentan recuerdos espontáneos de vidas pasadas.

Bowman explica que a veces debemos hacer caso literalmente a lo que el niño diga. No intentar siempre buscar una explicación simbólica o una metáfora (acostumbrados a la forma de trabajar de psicólogos y psiquiatras, de acuerdo a las teorías de Freud) ya que a veces la explicación es mucho más «sencilla», y la pesadilla refleja un recuerdo literal.

También Bowman plantea una posible relación entre el bruxismo (hábito compulsivo de apretar los dientes) y las pesadillas con origen en traumas de vidas pasadas. Para ello utiliza la historia de un niño en que ese fue el origen de su problema, y que una vez hipnotizado y revivido el trauma, el problema desapareció (el bruxismo y las pesadillas). Igualmente, para explicar la posible relación entre sueños y telepatía, cuenta el caso del hijo de una mujer a la que hacen una regresión en que recuerda la muerte de uno de sus hijos (en una vida donde este hijo también era su hijo, y por lo tanto hermano del niño muerto). Este hijo comenzó a tener pesadillas en que llamaba a su hermano muerto. La madre, adivinando que su hijo ha accedido telepáticamente a estos recuerdos revividos por ella, lo calma hablándole mientras duerme y haciéndole entender que se trata de otra vida y que ahora todo estaba bien. Las pesadillas desaparecieron.

Especialmente interesante es la historia que la doctora Gladys McGarey cuenta en su libro» Born to Live» en lo relativo a la telepatía y los sueños, además del efecto de vidas pasadas en el comportamiento de un feto dentro del útero. El feto, antes de nacer, se ponía siempre de pie. La doctora le daba la vuelta para que tuviera una posición más adecuada para el parto, pero en la siguiente visita de nuevo se había dado la vuelta. Pero el episodio mas destacable ocurre cuando el bebé, con poco más de un mes, no dejaba de gritar. La madre, cansada después de haberlo probado todo sin éxito, le  dijo: A ver, no sé qué hacer contigo… ¿Cómo puedo ayudarte? Esa noche tuvo un sueño en que vio una batalla entre hombres blancos a caballo y un grupo de indígenas. De pronto uno de los indígenas cayó por un precipicio y murió. El ángulo de visión del sueño cambió y de repente se vió junto al hombre muerto, que se puso en pie y se fue volviendo cada vez más pequeño, hastga convertirse en su hijo recién nacido. La siguiente vez que el niño comenzó a gritar en sueños, su madre le habló tranquilizándole, explicándole que se trataba de otra vida y que todo había acabado, que estaba con una nueva familia, bien protegido. El niño nunca volvió a tener los ataques y dejó de tener miedo. La doctora McGarey hizo una investigación histórica que ubica exactamente el suceso desarrollado en el sueño y coincide plenamente con la ubicación y descripción de la madre. Roger Woolger escribió «Siempre que exista un trauma grave en la lucha por nacer, la forma que adopta el trauma suele ser una reproducción simbólica fiel de experiencias de muerte acumuladas de vidas pasadas» (p.ej: niño que nace con el cordón umbilical alrededor del cuello, puede haber muerto ahorcado antes).

En todo caso, la relación entre sueños y vidas pasadas será estudiada más extensamente en el apartado Sueños y vidas pasadas.

3. Escuchar a los niños:

Para finalizar Carol Bowman explica en su libro como las experiencias (recuerdos, sueños…) de los niños cambian la forma de pensar de sus padres sobre la reencarnación, independientemente de la religión o creencias que tuvieran antes, aunque para algunos supuso un problema, especialmente enfrentar ante los demás lo que les estaba ocurriendo. Intenta comprender por qué en occidente hablar de reencarnación causa normalmente sonrisas o ironía en los demás, cuando la gran mayoría de las religiones creen en la reencarnación, al menos originariamente (ver resumen «Religión y reencarnación«), y que fue desterrada del cristianismo y de parte del judaísmo por motivos no precisamente religiosos. Bowman deduce que fue la persecución que la iglesia católica hizo de las creencias que ellos habían designado «herejias», la que a lo largo de muchos siglos y mucha sangre, erradicó totalmente estas ideas de nuestra cultura o creencias originales, e impuso el miedo en nuestro incosciente.

Bowman explica también el poder de la plegaria, y los abundantes casos (un 10%, según el estudio de Ian Stevenson) en que una vez muerto nuestro cuerpo físico, nuestra alma vuelve de nuevo a la misma familia. El libro acaba ofreciendo una nueva visión de la vida, válida para el mundo occidental: la reencarnación tiene sentido, ofrece una esperanza real, sentido y justicia. La muerte no es contemplada igual bajo este punto de vista. Incluso las muertes que consideramos más injustas e incomprensibles, encuentran su lógica bajo el punto de vista de la reencarnación y del karma. Bajo este enfoque ya no podemos ver a los niños como antes. Si  pensamos que son almas que han encarnado muchas veces ya en cuerpos humanos, pero que temporalmente están ocupando un cuerpo inmaduro, vemos transformado nuestro papel como padres y el tipo de relación que establecemos con ellos -con quien podemos llevar muchas vidas de relación en múltiples papeles distintos-. Nuestros hijos pueden ser puertas que nos permitan entrar a un mundo espiritual, todavía fresco en su memoria.

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